This is a Spanish translation by María Alexandra Higuera of my 12/02/12 Huffington Post UK blog The Medicalisation of Normality or the Normalisation of Health – Let’s Choose Wisely. Thanks Maria!

Ayer eras tímido, afligido, apático, excéntrico.
Hoy en día tienes una enfermedad mental.
Pero no te preocupes. Nada ha cambiado excepto algunas nuevas etiquetas que aparecen en la próxima edición de un manual de trastornos mentales que será publicado por la American Psychiatric Association.
¿O deberíamos preocuparnos? El volumen en cuestión es internacionalmente “influyente” y muchos psicólogos y psiquiatras no están contentos con sus listados de nuevas propuestas de enfermedad mental. Algunos se reunieron en una conferencia aquí en Londres la semana pasada para decirlo.
Afirmaron que categorías recientemente identificadas en el manual de diagnóstico eran en el mejor de los casos “tontas” y en el peor “preocupantes y peligrosas”, según Reuters. “No es humano, no es científico, y no va a ayudar a decidir qué tipo de ayuda es la que una persona necesita”, dijo Peter Kinderman, quien dirige el Instituto de Psicología de la Universidad de Liverpool.
Como la red de diagnóstico está siendo lanzada cada vez más ampliamente, un estudio ha demostrado que el uso de “medicalese” para etiquetar un “trastorno poco medicalizado” conduce a un cambio en la percepción del público de esa condición.
Karin Humphreys, profesora asistente del Departamento de Psicología, Neurociencia y Comportamiento de McMaster –una de los autores del estudio– dijo: “un montón de condiciones se han convertido recientemente en medicalizables, algunas de ellas posiblemente por la influencia de las compañías farmacéuticas, que quieren hacerte pensar que tienes una enfermedad que tendrá que ser tratada con un medicamento”.
Ése no es siempre el más sabio curso de acción. Como un artículo del British Medical Journal pone: “un creciente escrutinio de lo aparentemente bien intencionada de la marcha de la medicalización sugiere que a veces podemos empujarnos a límites demasiado amplios, y al establecimiento de umbrales bajo tratamiento, que las personas con problemas leves o con riesgos moderados están expuestos a los daños y costos de tratamiento con poco o ningún beneficio”.
Un artículo de opinión de LA Times, por el profesor de medicina H. Gilbert Welch concuerda con esa visión, y añade: “Los umbrales bajo diagnóstico llevan a las personas que se sienten bien a ser etiquetadas como enfermas. No es de sorprender, que algunos subsecuentemente se sientan menos bien”.
Si simplemente ser etiquetados como “enfermos” a veces lo hace así, esto indica una influencia que nuestras mentes pueden tener sobre nuestros cuerpos. Y, de hecho, los investigadores están explorando cada vez más el impacto de la esperanza de los pacientes en los resultados de salud.
Pero si un cambio de mentalidad nos puede enfermar, ¿podría un cambio de pensamiento lograr el inverso, y prevenir la enfermedad?
¿Con cuánta frecuencia, por ejemplo, no nos encontramos pensando: “Voy a agarrar un resfriado”, basado en un conjunto de circunstancias que la opinión médica y nuestra experiencia nos han entrenado para asociar con ese resultado?
¿Qué pasaría si, en cambio, estaríamos tomando el pensamiento en el primer intento cuando intenta cruzar nuestro umbral mental y “acordar estar en desacuerdo” con él?
Esta frase concisa pero de gran alcance es un consejo sobre cómo hacer frente al acercarse a los síntomas de la enfermedad basados en un modelo espiritual de la salud como normal. Ellos son de la autora Mary Baker Eddy, construidos sobre las palabras pronunciadas por Jesús.
Poco después de la primera lectura de este enfoque sobre las necesidades espirituales de cuidado de sí mismo, traté de aplicarlo cuando síntomas familiares estaban agitando, con la promesa de pescar un resfriado en los próximos días.
Hice una pausa en lo que estaba haciendo, noté al miedo presentarse en mi pensamiento, y decidí que tenía el mismo derecho y la oportunidad, para excluir de la puerta del pensamiento a esa “profecía” de cosas por venir.
Eso fue todo lo que hice y el resfriado nunca se desarrolló. Esos primeros síntomas rápidamente se alejaron.
No siempre ha sido tan fácil. No siempre atrapaba al pensamiento acercándose o cerraba de golpe la puerta mental cuando yo realmente veía esto venir. Sin embargo, en estas dos décadas desde entonces, he experimentado resfriados con mucha menos frecuencia –agradecido por la libertad física y por lo que esto me ha sugerido: la salud es normal.
No es claramente incorrecto querer hacerse menos tímido, liberarse de la pena o quitarse impulsos de ser un telespectador pasivo. Y la acción apropiada es seguramente necesaria si tales condiciones se hacen agudas o crónicas.
Sin embargo, la “medicalización de la normalidad” –como un programa de la BBC lo describió– no es inevitable. La capacidad inherente y el derecho a reconocer la salud como una condición normal –nuestro status quo espiritual– tarde o temprano, pondrá en evidencia la tendencia opuesta a las condiciones, cada vez más a ser encontradas por un cambio de mentalidad que por prescripción de una serie de medicamentos.
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